Techo de Cristal
A medida que vamos subiendo en el escalafón jerárquico de las organizaciones, encontramos menos mujeres. Esta regla se cumple a nivel mundial y se da en todos los sectores económicos incluso en aquellos en los que la presencia de la mujer es mayor. En Europa las mujeres ocupan un 32% de puestos directivos, pero sólo un 10% llegan a ocupar puestos en los Consejos de Administración. La disparidad salarial entre hombres y mujeres, ocupando puestos de la misma capacidad y responsabilidad, es de un 15% como media.
El techo de cristal aparece, como un obstáculo invisible, en la carrera profesional de las mujeres, que las impide avanzar. Se entiende por techo de cristal aquel conjunto de normas no escritas o cultura empresarial que dificulta a las mujeres acceder a los puestos de alta dirección. Su carácter de invisibilidad viene dado por el hecho de que no existen leyes, ni dispositivos sociales establecidos, ni códigos visibles que impongan a las mujeres semejante limitación, sino que está construido sobre la base de otros rasgos que son difíciles de detectar.
Son muchos los obstáculos que se presentan en las carreras profesionales de las mujeres. Las estructuras jerárquicas de las empresas se rigen por reglas masculinas y el prototipo de empleado ideal sigue siendo un varón. La designación para ocupar puestos de alta dirección no se hace por méritos sino por elección y tienen mucha influencia las redes sociales que los hombres tienen dentro de las empresas. Sigue siendo predominante el estereotipo que relaciona al hombre como directivo considerando que la mujer no puede serlo porque no tiene capacidad de mando y autoridad. Estos estereotipos proceden no sólo del ámbito empresarial sino del entorno familiar y educativo.
Uno de los mayores problemas en la trayectoria profesional de la mujer, viene dado por la elección que tiene que hacer entre su vida personal y laboral. La cultura empresarial predominante y vigente es la que propugna que para llegar a ser alguien en la empresa hay que hacer una cesión completa de la vida personal ya que si no se hace no se tiene en cuenta a esa persona. Esta forma de gestión de los recursos humanos responde a ese prototipo masculino y a una sociedad basada en la división sexual del trabajo. También responde a un modelo basado en la generación de dinero y no de riqueza, en las políticas a corto plazo. En la actualidad, las personas que buscan empleo (mujeres y hombres) valoran algo más que la prestación económica. Se empieza a exigir que las empresas sean sensibles a las necesidades de sus trabajadores.
Las mujeres acceden con más facilidad a la dirección general en las empresas pequeñas porque en éstas el capital humano adquiere una especial relevancia, ya que en gran medida la buena marcha de la empresa depende de la motivación e implicación de los trabajadores.
La escasa flexibilidad y la falta de oportunidades profesionales son otros de los principales obstáculos con los que se encuentran las mujeres. Esto tiene como consecuencia la pérdida de talento que la empresa tendría que intentar retener.
También hay obstáculos internos que impiden que la mujer avance, como son la falta de autoestima, la inseguridad, el complejo de culpabilidad (¿renuncia a la familia?), la invisibilidad, el miedo a sobresalir, el perfeccionismo… Todos estos problemas son consecuencia de la estructura social y de una educación sexista y androcéntrica.
Las dificultades son muchas y cuando consigue sus objetivos, el coste de oportunidad en otras facetas de su vida es mucho mayor y el nivel de exigencia y de esfuerzo se duplica en comparación a lo exigido en el caso del hombre.
El Autoempleo como forma de romper el techo de cristal.
Con el fin de superar estos problemas y también como motor para generar cambios en el ámbito empresarial, muchas mujeres deciden abandonar su carrera profesional por cuenta ajena para hacerse empresarias y gestionar así su tiempo y ver cumplidas sus expectativas profesionales y personales.
Las mujeres representan el 30% del empresariado europeo. En España son el 31%. En el primer trimestre del 2006 el 60% de las altas en el régimen de autónomos fueron mujeres.
Las motivaciones que llevan a una mujer a iniciar una actividad por cuenta propia son diferentes a las del hombre. Encuentra en su propia empresa las oportunidades de desarrollo personal que le niegan otros entornos empresariales. Las emprendedoras buscan mejorar sus posibilidades, un mejor equilibrio entre su vida personal y laboral, en definitiva, mejores alternativas que las ofrecidas por el trabajo por cuenta ajena.
Uno de los factores que influye en el crecimiento del número de mujeres empresarias y emprendedoras ha sido la insatisfacción que supone el trabajo dependiente en organizaciones poco sensibles a las necesidades de sus trabajadores y trabajadoras.
Cada día son más las empresas que se incorporan a otra forma de gestión y liderazgo, donde lo que se tiene en cuenta es el talento, la incorporación de la diversidad y las políticas de igualdad de oportunidades como valores añadidos y distintivos frente a la competencia.
Las mujeres son el 50% del talento y los recursos humanos. Es un agente económico especialmente relevante en la sociedad ya que tienen un gran poder de influencia en la compra de bienes y servicios.
Tanto las mujeres empresarias como aquellas que quieren conseguir llevar a término su trayectoria profesional dentro de una empresa han de aprender a valorarse y a confiar en sus capacidades, adquiridas en muchas ocasiones no sólo a través de la formación sino de la experiencia en la organización familiar en la que sí ejercen puestos de alta dirección. Las redes tanto formales como informales son también una gran ayuda para sacar adelante las empresas y para llegar a puestos directivos. El apoyo de la familia, las amistades, la formación de redes de empresarias y el incorporarse a círculos donde la mujer tiene un papel relevante son elementos fundamentales que ayudan a la emprendedora a consolidar su proyecto.
El impulsar medidas de fomento y de ayuda desde las Administraciones Públicas supone avanzar en la quiebra del techo de cristal, avanzar en una sociedad más justa y equitativa y conseguir que el principio de igualdad sea no sólo formal sino efectivo.
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