Una imagen no vale más que mil palabras, no en mi caso. Cuando tenía que mirarme al espejo, de frente, en un escaparate hueco y vacío, o cuando me enfrentaba a la pupila de los demás era cuando se despertaban en mí la humillación y la vergüenza, el miedo y la soledad, el vértigo y lo desconocido, la tristeza y el vacío haciéndome mi vivir gris y opaco como un túnel sin salida, como una cueva muy muy profunda. Aún así yo no quería verme nunca, no quería conocer lo que me ocurría, mi verdad. Alguien lo hizo por mí.
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