Contrariamente a lo que comúnmente podríamos entender, ya que las personas con discapacidad, especialmente las mujeres, nos desarrollamos y movemos en entornos que propician la “sobreprotección” desde nuestro núcleo familiar más inmediato hasta espacios institucionalizados -hospitales, centros, residencias...- que han sido creados, al menos en principio, para asegurarnos “un determinado bienestar”, hay que reconocer que las mujeres con discapacidades sufrimos violencia de todo tipo, a pesar de la aparente “sobreprotección”; es más, cuánta mayor discapacidad tenemos, más “carne de cañón” somos de sufrir violencia física, psicológica y/o sexual, porque mayor es también la sobreprotección en la que nos vemos envueltas.
• Aunque somos la mitad de “la Humanidad con discapacidad”, no nos encontramos en paridad con respecto a nuestros compañeros, los hombres con discapacidad, con lo cual:
1. Sufrimos mayor “sobreprotección”, si cabe, tanto en el entorno familiar como en espacios institucionalizados.
2. La sobreprotección nos genera mayor dependencia, moral y física, con respecto a “quienes nos cuidan/se encargan de nosotras”.
3. A su vez, esta dependencia moral y física nos imposibilita una independencia económica.
4. Al mismo tiempo, esta sobreprotección produce que tengamos una muy baja autoestima, al igual que se nos perciba como “mujeres devaluadas”.
5. Tanto la baja autoestima, así como la “devaluación social” que padecemos en términos generales, hace que no se nos considere válidas para ser amantes, esposas, ni madres.
6. La excesiva devaluación social que configura nuestra realidad más inmediata, nos deja en gran indefensión frente a las diversas acciones violentas que podemos sufrir.
7. Indefensión y vulnerabilidad se dan de la mano en las víctimas de “actos violentos”.
8. La falta de una buena cobertura de protección social propicia que las mujeres con discapacidades podamos ser víctimas de actos violentos con gran facilidad.
9. Precisamente, tanto la “baja autoestima” de una mujer con discapacidad como la “mala percepción social” que se tiene de ella, hacen que quienes las agreden física, psicológica y/o sexualmente, lo hagan con “mayor libertad moral” (mejor dicho, “mayor libertad pseudo-moral”).
10. Curiosamente, o mejor dicho, absurdamente, la violencia que podemos llegar a sufrir proviene, dadas nuestras circunstancias en esos espacios de sobreprotección, de “esas personas que nos cuidan y asisten”.
• Sin embargo, para que todo ello cambie debemos:
1. Tener la capacidad de mirar “con ojos diferentes” a la discapacidad, entendiéndola como un problema social que nos incumbe a todas y todos, y que, por tanto su solución también es, y debe ser, social. Para las personas con discapacidad, en concreto para el colectivo de mujeres, la anatomía tampoco puede ser destino.
2. Hacer posible que sean las propias mujeres con discapacidades quienes se “auto-definan”.
3. Crear una cobertura de protección social suficiente, desde la Filosofía del Movimiento de Vida Independiente y de los Derechos Humanos de las personas con discapacidad, que ayude y contribuya a dignificar la vida de las mujeres con todo tipo de discapacidades, así como que se reconozcan y garanticen sus Derechos a formar una familia, a la maternidad y a disfrutar de su sexualidad.
4. Analizar y detectar la violencia que sufren las mujeres con discapacidades, especialmente de las mujeres que por su discapacidad no pueden valerse por sí mismas.
5. Educar a las mujeres con discapacidades en sexualidad, y en mejorar su autoestima e independencia, sus habilidades sociales, -aunque sus discapacidades puedan ser muy acusadas- a fin de que ellas mismas sean quienes perciban si están sufriendo algún tipo de acción violenta o no -o su entorno más inmediato en caso de que, ellas, por su discapacidad, no puedan valerse por sí mismas-.
6. Reconocer, en primer lugar, que la vida de una persona con discapacidad tiene valor en sí misma, y que toda “acción violenta” que pueda ejercerse contra ella debe ser interpretada como verdadera violación de Derechos Humanos de Mujeres y Hombres con discapacidad(es).
7. Potenciar la autoestima de las mujeres con discapacidades, haciéndolas partícipes activas de sus propias vidas.
8. Fomentar la desinstitucionalización, creando alternativas de vida dentro de la comunidad, y que propicien una verdadera integración y normalización dentro de la sociedad, como mejor vía de autodefensión y de visibilización.
9. Crear una cobertura de protección social suficiente, desde la Filosofía del Movimiento de Vida Independiente y de los Derechos Humanos de las personas con discapacidad, donde la mujer con discapacidad, tenga el tipo/grado de discapacidad que sea, forme parte activa de todo aquello que configura y posibilita su realidad, a fin de que puedan combatir la violencia en la que se ven envueltas como consecuencia de “vivir en esa sobreprotección; es decir, desde la a-normalidad”.
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