lunes, abril 22, 2013

Ecofeminismo


El ecofeminismo surgió del encuentro entre feminismo y ecología. Quizás precisamente por esa doble pertenencia, todavía es un gran desconocido para los dos movimientos, a pesar de que, en su variedad de corrientes abre un horizonte prometedor para feministas y ecologistas. Es la corriente del feminismo que asume la problemática ecológica como algo que puede ser abordado de manera pertinente en clave de género, aportando ciertas claves de comprensión de la relación humana con la Naturaleza. Tanto el feminismo como el ecologismo se plantean una mejora de la calidad de vida del conjunto de la sociedad, en el sentido de desarrollo de las capacidades de las personas. Ambos tienen una visión del mundo menos jerarquizada, con profundos cambios en la vivencia de la cotidianeidad.


            A mediados de los años setenta del siglo XX, Françoise d’Eaubonne, creadora del término  “ecofeminismo”, vio el problema de la superpoblación mundial como un relevante punto de contacto entre las reivindicaciones feministas y las preocupaciones ecologistas. Reclamó la libertad de las mujeres para decidir tener o no tener hijos cuando todavía las leyes de Francia no la reconocían.

Las mujeres no sólo están expuestas a sufrir la violencia de  género (feminicidios, muerte a manos de un hombre que no acepta la separación, mutilaciones sexuales rituales, acoso sexual, violación en tiempos de guerra y de paz, etc.), sino que también soportan una mayor incidencia de la  contaminación medioambiental debido a sus características biológicas. Las  sustancias  tóxicas presentes en ambientadores, material informático, plásticos, pinturas,  plaguicidas, etc, actúan como disruptores endocrinos peligrosos que afectan en primer lugar, aunque no exclusivamente, a la salud de mujeres y de niñas y niños incluso durante la vida fetal. Los xenoestrógenos (sustancias químicamente similares al estrógeno femenino natural) parecen tener un papel fundamental en el incremento del cáncer de mama en los últimos cincuenta años.

Como puede inferirse, la preocupación  feminista  por la salud de las mujeres en la sociedad química conecta con los objetivos ecologistas. Los riesgos medioambientales son mayores  para las mujeres de barrios populares con fábricas contaminantes y vertederos, para las trabajadoras de ciertos sectores industriales y de la agricultura que emplea  agrotóxicos. También lo son para las habitantes más humildes de los países empobrecidos.  


            La célebre ecofeminista de la India Vandana Shiva fue una de las primeras en mostrar el deterioro de las condiciones de vida de las mujeres rurales pobres del Tercer Mundo debido al “mal desarrollo”, un desarrollo colonizador que acaba con el cultivo de las huertas de subsistencia familiar, arrasa los bosques comunales y aniquila la biodiversidad. Esas mujeres se ven  obligadas a caminar kilómetros para buscar la leña que antes encontraban junto a su aldea y enferman con nuevas dolencias debidas a la contaminación por pesticidas.

Una de las manifestaciones actuales más elocuentes del encuentro entre la mirada feminista y la ecológica es el fenómeno de los grupos de mujeres reivindicativas en la lucha por la  Soberanía Alimentaria. 

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