La película franco-iraní , nos cuenta la odisea de una niña afgana para comprar un cuaderno y asistir a la escuela. Ya que no tiene lápiz, decide llevar el pintalabios de su madre, lo que provoca que unos niños, que juegan a ser talibanes, decidan apedrearla. Los niños de la aldea juegan a la guerra con ramas que hacen pasar por fusiles y cometas que representan cazas de combate. Pero no todo es de pega: en este juego, las piedras son de verdad. Cuando atrapan a Baktay, ya tienen a otras tres niñas encerradas en una cueva. Los motivos para reteneralas varían entre que opinan que una niña no debería ir a la escuela o que las pequeñas tienen los ojos demasiado bonitos.
Es increíble pensar que la directora de ‘Buda explotó por vergüenza’ tenga ahora 20 años, es decir, que probablemente comenzó el rodaje con 17 ó 18. Increíble porque el film está construido de manera magistral para que funcione a varios niveles. El guión de la madre de la directora, Marzieh Makhmalbaf, puede ser lo que aporte este inteligente paralelismo, pero da la sensación de que no se trataba de un guión de hierro, sino de mucho material rodado al que se le dio forma en montaje. Esto se percibe en que algunos detalles quedan sin resolver y en que se encuentran entre el material de prensa fotografías de escenas que no tienen lugar.
Todo el film es una continuada metáfora, o quizá una alegoría, sobre la vida de las mujeres en esas comunidades, la guerra y la ausencia de libertad que supone convivir con los talibanes. Casi cada una de las frases que pronuncian los dos niños protagonistas podría servir para resumir el mensaje de la película: “No me han enseñado nada, he aprendido sola”. “Baktay, muérete, si no te mueres, no serás libre”. “No quiero jugar a apedrear”. “No me gusta jugar a la guerra”. Se ponen los pelos de punta sólo de escribir las frases, que podrían ser sólo inocentes expresiones dichas por niños muy pequeños, pero que están cargadas de sabiduría.
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