Para lograr que la igualdad sea real necesitamos desaprender formas que pertenecen al pasado y aprender a relacionarnos desde el respeto, la libertad y la responsabilidad. El problema es que no siempre somos realmente conscientes de la herencia que se ha ido transmitiendo a lo largo de los siglos. Aprender a vivir en igualdad es todo un reto.
Nuestro modelo de sociedad se transmite de generación en generación mediante lo que llamamos proceso de socialización, en el que las personas asimilan y hacen suyos los elementos culturales y sociales que favorecen y garantizan la adaptación e integración en cada comunidad. Este proceso de socialización es distinto según el sexo de las personas, asignando modelos diferentes para las mujeres y los hombres en función de lo tradicionalmente establecido para unos y otras. Son aprendizajes muy sutiles que se realizan en nuestro entorno, nuestra familia, nuestra escuela, nuestros medios de comunicación, los espacios en los que pasamos el tiempo libre y por supuesto las amistades. Este tipo de mensajes llevan siglos transmitiéndose y aunque desde mediados del siglo XX, en los países democráticos, se ha producido una verdadera revolución por los derechos de las mujeres, perviven procesos de aprendizaje que te dicen lo que puedes o no puedes hacer, por el hecho de haber nacido chico o chica. Estos mensajes son utilizados con la mejor de las intenciones. No se piensa que puedan perjudicar. Se basan en códigos compartidos por las personas que nos rodean porque creen que es así cómo deben ser las cosas. Se van integrando en nuestra personalidad y en nuestra forma de ver la realidad, de manera que, inconscientemente terminamos aceptando como normales y coherentes situaciones de desigualdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario