Sampat Pal es una leyenda viva. Activista y
feminista, antiviolenta pero no sumisa. Hace tres años fundó su propio ejército
en una de las zonas más deprimidas de India. Casi cien mil mujeres batallan hoy
contra la corrupción política, los abusos de poder y la violencia de género.
En marzo de 2006 nació el ejército de los
saris rosas. Con apenas 25 mujeres soldados, de entre 40 y 60 años, muchas de
ellas, viudas. Hoy son casi 100.000. El color rosa que visten significa
revolución, luchan contra la dominación masculina imperante, contra los padres
que no permiten a sus hijas recibir educación y apañan sus matrimonios siendo
niñas, ayudan a mujeres maltratadas y se enfrentan a los jefes de gobierno de los
pueblos.
La pequeña Sampat vio la
luz entre arrozales, búfalos, ovejas famélicas que beben en aguas inmundas y
parias tendidos a la sombra de los chamizos. Nada de todo eso parece haber
cambiado en cinco decenios. Hija de pastores, ambos analfabetos y miembros del
clan de los Gadaria, estaba destinada a no ir al colegio. Debía aprender a
cuidar rebaños y a elaborar chapatis, las deliciosas hogazas de pan indio.
Su familia sólo esperaba de ella que se convirtiera pronto en joven esposa. La niña mostraba interés por aprender otras cosas. Su tío convenció a sus
padres para que la dejaran ir a la escuela durante dos cursos. Pero nadie pudo
evitar que contrajera matrimonio a los 12 años. Aquella terrible experiencia le
hizo desarrollar una especial empatía hacia el dolor y el sufrimiento de las
mujeres. Quizá fuera el detonante de todo lo que vendría después. Una vida
entregada al activismo social. Desde la organización de talleres de costura
para mujeres hasta la fundación, en 2003, de una especie de ONG para el
desarrollo y la financiación de pequeños grupos de trabajadoras.
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