En lo que va de año, seis mujeres de más de 65 años han muerto a manos de sus parejas o exparejas. Representan un 13,3% del total de asesinadas. Como en el resto de los grupos de edad, el alcance de la violencia de género, con todas sus intensidades y caras, va mucho más allá de las víctimas mortales. Pero en el caso de las mujeres mayores, la cifra de muertas es una punta diminuta del iceberg. No solo no denuncian a su agresor sino que, en la mayoría de los casos, ni siquiera identifican el problema y continúan viviendo con él. La falta de datos sobre todas las distintas formas de violencia de género en las mujeres mayores contribuye a invisibilizar un problema ya de por sí en la sombra gracias a aquello de que los trapos sucios se lavan en casa.
En general, la lucha contra la violencia machista tiene en la falta de denuncias su talón de Aquiles: solo el 31,8% de las asesinadas en lo que va de año señalaron a su agresor. Pero en el caso de las mujeres mayores, este problema es mucho mayor. "Denuncian infinitamente menos que las más jóvenes", destaca Teresa San Segundo, directora del máster 'Malos tratos y violencia de género' y profesora de Derecho Civil en la UNED. "Han recibido educación para ser abnegadas, sumisas –explica–, para aguantar el matrimonio toda la vida".
Además, han estado la mayor parte de sus días expuestas a la violencia, lo cual dificulta su salida. "Sufren un estrés postraumático anquilosado y un síndrome de indefensión aprendida", especifica Sánchez Moro. Tras décadas de convivencia, los episodios de violencia se suelen acentuar o bien salen de su latencia cuando el marido se jubila. Los hijos, además, se han independizado. "Entonces, empieza el ciclo. El marido la aísla, controla sus salidas y sus entradas, la ropa que se compra, si va a la peluquería, con quién se relaciona...".
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