En nuestro país se han logrado avances importantes respecto a la equidad de género; sin embargo, éstos han sido muy lentos, ya que actualmente la integración y participación de las mujeres en los espacios de toma de decisión sigue siendo limitada; muestra de ello es la composición por sexo en las diferentes legislaturas, el número de mujeres empresarias o de mujeres que toman decisiones en un partido político.
Históricamente la participación en los espacios públicos y de toma de decisiones se ha enfocado principalmente a los hombres, situación que se debe a que las actividades que se desarrollan en el espacio público buscan principalmente reconocimiento y por lo tanto poder, el cual culturalmente se atribuye a la naturaleza del hombre. El espacio público es lo que se ve y por lo tanto el más valorado socialmente por ser el expuesto a la mirada pública, es vulnerable de ser juzgado por las personas. El espacio público, al ser el espacio del reconocimiento es el de los grados de competencia, por lo tanto, del más y del menos.
En el espacio público se da de manera natural la competencia, por lo tanto se busca sobresalir ejerciendo o mostrando más poder y fuerza; por ejemplo, en un juego de futbol, en la competencia por un puesto político a través del discurso, etcétera. Debido a que estas actividades se han asignado principalmente a los hombres, la inserción de las mujeres en el espacio público no ha sido fácil, ya que a ellas se les atribuye de manera natural el espacio privado.
La situación de las mujeres ha sido desigual, los modelos tradicionales nos muestran a la mujer como un ser débil, que debe formar parte del espacio privado por su naturaleza. Por ser la que engendra es la responsable de todo lo que tiene que ver con las labores que se relacionan con el hogar y el cuidado de los hijos e hijas. El espacio privado, en contraposición al espacio público, es aquel que no se ve ni es objeto de consideraciones públicas, como los deseos, las elecciones y decisiones de cada individuo.
La situación de las mujeres ha sido desigual, los modelos tradicionales nos muestran a la mujer como un ser débil, que debe formar parte del espacio privado por su naturaleza. Por ser la que engendra es la responsable de todo lo que tiene que ver con las labores que se relacionan con el hogar y el cuidado de los hijos e hijas. El espacio privado, en contraposición al espacio público, es aquel que no se ve ni es objeto de consideraciones públicas, como los deseos, las elecciones y decisiones de cada individuo.
En el espacio privado la competencia no existe ya que es un terreno que por naturaleza lo gana la mujer; no hay forma de saber cuál ama de casa es mejor que otra simplemente porque es un espacio que no se puede juzgar, en dónde ideológicamente todas somos mujeres idénticas, ya que tenemos las mismas tareas (las del hogar) asignadas. No hay por qué competir, tampoco hay qué ganar.
El espacio privado atribuido a la mujer no es valorado socialmente, no obstante, el objetivo del espacio público es justamente que sea valorado y reconocido por la sociedad; cuando se aprende a hacer alguna actividad asignada al espacio privado como lo es hacer de comer, barrer o trapear nadie lo festeja, ya que culturalmente se dice que “por naturaleza, es responsabilidad de las mujeres” sin embargo, es común ver a hombres festejando socialmente algún ascenso en el trabajo o la obtención de alguna candidatura, de hecho son acontecimientos de los cuales se enteran y congratulan personas que no necesariamente pertenecen a la familia.
Aunque las mujeres siempre hemos estado presentes en los procesos y cambios sociales que se han desarrollado en la historia, no siempre se nos ha reconocido; han sido más los hombres a quienes se les reconoce su participación activa en las luchas sociales. Las mujeres participamos durante periodos de tiempo para luego regresar al espacio privado sin dejar rastro; como si saliéramos a la calle a luchar por nuestros derechos pero “las responsabilidades del hogar y el cuidado de los hijos e hijas” nos obligaran a regresar a nuestras casas a cumplir con el papel cultural e ideológico impuesto socialmente, y por lo tanto, nadie se entera de nuestra participación.
Uno de los pretextos que se ha manejado para limitar que la mujer participe en el espacio público, es que al pertenecer a éste descuida en automático el espacio privado; no le da tiempo de cuidar a los hijos e hijas y el hogar se vuelve un desastre. Lo anterior se puede observar en la práctica, por ejemplo, cuando una señora obtiene un trabajo remunerado e invierte varias horas del día para realizarlo, no le queda mucho tiempo para llevar a cabo las labores del hogar y, por lo tanto, son menos las horas que dedica a éste; sin embargo, el trabajo es más, ya que el cuidado de los hijos e hijas y las tareas domésticas son culturalmente asignadas a ella.
Para construir sociedades democráticas más equitativas es necesario desarticular la jerarquización de los espacios y buscar que los hombres y mujeres participen en igualdad de circunstancias en ambos. Los seres humanos formamos parte de lo público y lo privado, aunque culturalmente cada sexo se ha enfocado más a uno que a otro. Poullain de la Barre afirmó: “todo lo que se ha dicho sobre las mujeres lo han dicho los hombres, las mujeres en la historia no han hablado, hay que hablar con las mujeres”. Lo anterior con el objetivo de saber qué es lo que pensamos las mujeres y así integrarnos al espacio público, ya que aseveraba que “la mente no tiene sexo” y por lo tanto es necesario alejarse de prejuicios y tradiciones para que las mujeres formemos parte del espacio que sí se ve.
Uno de los pretextos que se ha manejado para limitar que la mujer participe en el espacio público, es que al pertenecer a éste descuida en automático el espacio privado; no le da tiempo de cuidar a los hijos e hijas y el hogar se vuelve un desastre. Lo anterior se puede observar en la práctica, por ejemplo, cuando una señora obtiene un trabajo remunerado e invierte varias horas del día para realizarlo, no le queda mucho tiempo para llevar a cabo las labores del hogar y, por lo tanto, son menos las horas que dedica a éste; sin embargo, el trabajo es más, ya que el cuidado de los hijos e hijas y las tareas domésticas son culturalmente asignadas a ella.
Para construir sociedades democráticas más equitativas es necesario desarticular la jerarquización de los espacios y buscar que los hombres y mujeres participen en igualdad de circunstancias en ambos. Los seres humanos formamos parte de lo público y lo privado, aunque culturalmente cada sexo se ha enfocado más a uno que a otro. Poullain de la Barre afirmó: “todo lo que se ha dicho sobre las mujeres lo han dicho los hombres, las mujeres en la historia no han hablado, hay que hablar con las mujeres”. Lo anterior con el objetivo de saber qué es lo que pensamos las mujeres y así integrarnos al espacio público, ya que aseveraba que “la mente no tiene sexo” y por lo tanto es necesario alejarse de prejuicios y tradiciones para que las mujeres formemos parte del espacio que sí se ve.
Es importante que las mujeres también tomemos parte en las actividades y procesos sociales, que nos integremos y participemos en estos, no sólo con el objetivo de cubrir una cuota de género, sino que verdaderamente aprovechemos y actuemos con responsabilidad y compromiso en los espacios públicos, respetando la individualidad de las mujeres. No se trata de tener una visión en la cual la mujer deba de integrarse a las actividades sociales porque nunca lo han permitido los hombres y caer en un papel de víctimas, en donde sean ellos los que tengan la necesidad de incluirnos, se trata de que nosotras nos integremos y ganemos espacios de toma de decisión de la misma forma que los hombres, con igualdad de oportunidades para hacerlo.
Por otro lado, los hombres deben integrarse más al espacio privado, participar en las labores del hogar, en el cuidado de las hijas e hijos, ya que es en el espacio privado donde los seres humanos nos formamos para interactuar en el espacio público, donde se generan los valores y principios con los que nos desarrollamos a lo largo de nuestras vidas. Para lo anterior las mujeres debemos contribuir e incluir a los hombres a este espacio, ya que el hecho de que un hombre realice actividades domésticas no es sinónimo de debilidad, ni tampoco de homosexualidad. El espacio privado es responsabilidad de hombres y mujeres.
Claro está que para lograr lo anterior se deben romper esquemas tradicionales que se cambian a partir del tiempo, practicando los valores todos los días. En el espacio privado; buscando igualdad de responsabilidades con las labores domésticas, con el cuidado de las hijas y los hijos. En el espacio público; implementando cambios regulatorios e institucionales en los cuales se integre a las mujeres y a los hombres por igual, generando políticas públicas con perspectiva de género. A partir de este tipo de acciones se construyen sociedades democráticas más equitativas y justas.
Es necesario promover cambios culturales en términos del papel que socialmente juegan el hombre y la mujer, para que así haya una sociedad más equilibrada y con más oportunidades para ellas en el espacio público y ellos en el espacio privado. Los hombres y las mujeres independientemente de sus diferencias biológicas deben tener los mismos derechos y facilidad para acceder a éstos y también tomar decisiones en la vida política, económica, social y cultural del país.
Lo anterior es responsabilidad de todas las personas que integran una sociedad, y los cambios que se requieren para lograr una sociedad democrática deben realizarse a partir de propuestas y acciones concretas, cambios de conformación y visión del espacio público y del privado.
La perspectiva de género debe de integrarse y aplicarse en el espacio público y privado, la igualdad entre mujeres y hombres se logra a partir de acciones en la vida cotidiana, en donde todas y todos participemos sin prejuicios, construyendo sociedades con equidad de género. Lograr la equidad de género debe ser un reto para todas las sociedades, ya que ésta es fundamental para mejorar las condiciones de vida de las personas y con esto contribuir a la construcción de sociedades democráticas.
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