Las mujeres sordas sufren una doble discrimicación; tanto por su condición de mujer (género) como de persona con discapacidad (sordera); lo que conlleva un sinfín de trabas culturales y sociales, la tremenda falta de información y la problemática ante el acceso a determinados servicios para la mujer.
El aislamiento y la incomunicación es el padecimiento más extendido, generalmente, dentro de esta comunidad. Una de las consecuencias asociadas a su particular y desventajada situación, se presenta como la vulnerabilidad mental de estas personas, esto es: propensión hacia la timidez, inseguridad,trastornos de conducta y depresiones. En contrapartida, el asociacionismo puede paliar tales impactos en la salud mental individual y la identidad de este colectivo.
Puesto que la sociedad que compartimos se ve igualmente “decorada” con los adornos del patriarcado y los valores sexistas predominantes. Como a las demás, se les ha ido invisibilizando de la vida política, formativa, laboral y social.
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